pertenencia
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No les he contado, pero hace unas semanas me ha surgido el deseo de aprender caligrafía inglesa del siglo XVII, busqué en Internet algunas imágenes, y sólo me queda darme el tiempo de practicar.
Estoy muy complacida, ayer y hoy tuve el privilegio de ir a mi igle, extrañaba estar con mi gente, amigos y gente nueva, por supuesto también grandes en edad y otros más jóvenes. No había apreciado tanto el poder reunirme con ellos, hasta que por mi salud tuve que guardar reposo o cuidarme del frío. Pero ahora me encanta.
¿Qué es lo genial de ir donde están los que quieren aprender de Dios o tienen curiosidad?
Es una verdad que golpea el corazón, que las descripciones no podrán hacer mucho a menos que la persona lo experimente. Que Cristo, Dios mismo murió por mí para que pudiera volver a acercarme a Dios que es santo. Que mis amigos de todas las edades me aman. Que no importa como yo sea, el cambio lo hace Dios. Que puedo ver qué hago mal y hacerlo bien. Que existe el perdón y que no sólo es de Dios, uno también puede y tiene que perdonar. Que GRACIA es la palabra más grande de la historia porque envuelve en papel de regalo a lo más tremendo, el Amor. Que si se puede experimentar libertad en el corazón, y que no está sujeta a una libertad física, es del alma. Aunque me encarcelen, aunque me molesten, aunque me juzguen, aunque me maten la libertad permanecerá porque está escrita con sangre y es eterna. Soy hija de Dios. Que puedo recordar que la carrera que estudio es para amar a mis compañeros, para levantarlos, para escuchar, para reir, para mostrar y decir que Jesús es el sentido final de la vida, no una carrera. Mi esencia ahora es ser hija del Dios del universo. Etcétera. Etcétera. Etcétera.

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